Este sábado ha sido
genial, mis papas nos han llevado a mi hermano Finnlay y a mí a Cueva Santa, en
Monda ¡Menuda aventura!
Han venido varios amigos
de mi hermano con sus papis y sus mamis y la verdad es que nos lo hemos pasado
la mar de bien. Sobre todo, yo, que he ido todo el tiempo pegadito a mi mummy,
que se está muy calentito y muy cómodo, acoplado en mi marsupio.
Ha hecho un día
fabuloso, casi primaveral y he tenido la oportunidad de tener muchos estímulos
a mi alrededor. He visto un camino lleno de piedras que hacían clock-clock-colk cada vez que lo pisabas y donde había árboles como olivos y
pinos, algunos muy grandes; he olido por primera vez los diferentes olores del monte y he podido oír
también a muchos animalitos, sobre todo pájaros, que salían espantados cuando
veían venir aquella recua de niños y padres. Y me ha molado muchísimo una
fuente de aguas cristalinas que nacía de una roca. Mi padre me ha
dicho que era la fuente de la Palma y nos ha mostrado en el interior del pilar
unas pequeñas crías de salamandra.
La verdad es que el camino
se nos ha hecho un poco largo, pero los niños nos hemos divertido mucho porque
nos gusta el campo, los bichos y descubrir cosas nuevas ¡Nos gustan las aventuras!
Por fin, tras otro ratito
de caminata, llegamos a nuestro destino, Cueva Santa, ubicada en una de las
laderas de la sierra de Canucha. Dentro, además de sentir que hacía más frío y
humedad, había un mundo maravilloso y oscuro, donde unas enormes columnas de
piedra colgaban del techo y en la que encontramos a un pequeño murciélago
echando un buen sueño colgado de sus patitas ¡Lo he flipado! ¡Todo era extraño
y nuevo para mí!¡Todo era sorprendente!
Como llevábamos un buen
rato caminando, nos entró hambre. Así que salimos y montamos nuestro picnic en
una pequeña explanada cubierta por un manto verde y acolchado. Mis papis me dijeron
que era hierba y no podía evitar acariciarla con mis manitas y atraparla con
mis dedines porque me resultaba muy agradable.
Finalmente, no pudimos
ver el troll que vive en la cueva. Mi padre nos dijo que es muy tímido y que
prefería darse una vuelta. Nos ha dejado ver su "casa" con la condición de que no hiciéramos ningún daño y respetáramos a los animalitos e insectos que también viven allí. Ya cansados de nuestra aventura, pusimos rumbo a
Monda, donde nos esperaba la bañera, la cena y una cuna calentita donde llenar
mis sueños con las emociones y los momentos felices del día.





